Una vez vi una chica reflejada en un cristal. Estaba sola en el anden. Miraba ansiosa el tablón donde ponen los horarios. Sus ojos brillan llenos de ilusión. Su corazón bailando a la espera de ese tren. Una hora, dos horas. El primer tren llegó y ella, nerviosa. miraba a su alrededor. Se la veía perdida entre toda esa gente. Paso el tren y aún estaba ahí. Quieta, de pie, con las manos sobre el corazón. Otra hora y una más. Y otro tren que pasó. Los ojos ya no le brillaban, y la sonrisa de ilusión había desaparecido. Pero ella seguía esperando, incansable a que llegase ese tren. Tres horas más tarde, con la noche instalada en las calles, esa chica, dejó la estación. Sus ojos volvían a brillar, pero conteniendo sus lagrimas. Las manos bien apretadas sobre el corazón. 



Al llegar a casa aquella noche, parada delante del espejo se prometió a si misma no volver a esperar a nadie.
Pero, ¿quieres saber un secreto? Ella lo sigue esperando, no importa donde esté. Ella lo esperará. Porque con él comparte ese primer amor que nunca se olvida.