Un día te levantas y te das cuenta: has crecido.
Al principio es una novedad tan grande que te sientes importante, maravilloso. ¡Eres mayor! Lo siempre habías querido, por lo que estabas esperando. Al fin ese sueño que parecía imposible se ha cumplido. Lo disfrutas durante un tiempo, pero luego las cosas cambian de nuevo. Nada es como habías pensado, ni tan emocionante, ni tan asombroso. Es más, todo se complica. Aparecen las responsabilidades, las decisiones importantes. Tienes ganas de gritar, pero te contienes. ¿Qué puedes hacer ahora que eres mayor? Desde luego no quejarse. A partir de ahora tan solo tienes que sobrevivir, seguir adelante y superarte a ti mismo. No puedes bajar la guardia.
Atrás quedan, ahora, aquellos días donde las preocupaciones eran palabras vacías, cosas que no importaban. Has crecido, y eso conlleva el olvidarse de los juegos, las distracciones. Hay que centrarse, pero es difícil.
Ahora sólo queda el recuerdo de un tiempo pasado, feliz, sin dolor. Un tiempo de juegos y distracciones. Un tiempo de recuerdos. Recuerdos que echamos de menos, y siempre añoraremos. Porque hemos crecido, somos mayores.